El sistema legal como garantía de los derechos de todos, incluso de los antisistema

Las alteraciones de orden público de los días pasados  nos hace plantearnos si el conjunto de instituciones que garantizan la eficacia del sistema legal (juzgados y tribunales, ministerio fiscal, prisiones, policía y otros cuerpos de seguridad) realizan un verdadero servicio a toda la colectividad o solo al grupo o clase dominante, vistas las críticas que padecen por incluso algunos políticos con responsabilidades de gobierno.

Mi respuesta, consciente y meditada, es que las instituciones al servicio del sistema legal realizan un verdadero servicio a toda la colectividad (incluso al de los que están en contra de ese sistema constitucional y legal, e incluso participan o alientan esas alteraciones), como corresponde al Estado de Derecho que indudablemente es España.

Me explico. Los mismos que protestan vehementemente contra decisiones administrativas o políticas, incluso contra numerosos aspectos del ordenamiento jurídico y constitucional se benefician del sistema legal y de las instituciones que lo sirven.

Por centrarnos en lo que aparentemente es el núcleo de las protestas actuales: el que los juzgados y tribunales castiguen con penas, incluso de prisión, manifestaciones de una libertad de expresión (discutible cuando supone apología del terrorismo o  insultos o amenazas  a otros ciudadanos o colectivos), y que las fuerzas de seguridad repriman con medios violentos los disturbios callejeros (incluso saqueos, pillajes y destrucción de bienes públicos y culturales) es una garantía de protección y un beneficio para los mismos que se sienten reprimidos.

Parece una paradoja, pero no es así. Pensemos que si el sistema legal, y quienes lo sirven, no castigaran con penas -siempre moderadas en tiempos actuales- y tras un procedimiento judicial con todas las garantías y presunción de inocencia, habría un riesgo elevado de retornar a la venganza privada (al “ojo por ojo y diente por diente”) con la escalada de violencia y la injusticia que siempre conlleva la ciega venganza. Recordemos las desproporcionadas reacciones de algunos integristas religiosos contras ofensas periodisticas a sus creencias, verdadero terrorismo. Probablemente si el sistema legal del país donde se produjeron hubiera ofrecido alguna respuesta legal a esas ofensas (quizás simplemente una acción civil de protección de la imagen o los sentimientos religiosos, no necesariamente una condena penal con prisión), se podrían haber evitado esas venganzas privadas. El sistema legal proporciona unas posibilidades de reacción pacífica a los ofendidos, obviamente en términos de justicia proporcional y adecuada a las sensibilidades actuales, evitando así las posibles venganzas privadas.

Igualmente sucede con la utilización de medios violentos por los servidores del sistema legal para restaurar el orden o hacer cumplir las decisiones gubernativas o judiciales (“compulsión sobre las personas” en términos jurídico-administrativos), si el sistema legal y sus servidores no emplearan medios violentos -pero siempre, en tiempos actuales, proporcionados y respetuosos con la dignidad e integridad de los ciudadanos- la violencia podría ser catastrófica e implicar una escalada de violencia de incalculables consecuencias. Pensemos en los recientes disturbios en Barcelona, Madrid o Valencia; si las fuerzas del orden no hubieran intervenido para intentar poner coto a los desmanes, hubieran tenido los propios ciudadanos que intervenir -con sus propios medios o contratando fuerzas de seguridad privadas- para defender su seguridad y propiedades. Obviamente, comoquiera que los propietarios y empresas suelen tener más medios al alcance de sus posibiilidades, si los ciudadanos no delegaran en las fuerzas públicas de seguridad la restauración del orden y se protegieran con medios propios, como mínimo armas de caza y personal de seguridad privada, y frente a grupos muy violentos y saqueadores, quizás armamento militar y tropas mercenarias, como se ha podido ver en estados fallidos, sin una organización estatal que ejerciera el monopolio de la fuerza.

En resumen, el sistema legal y todo el aparato a su servicio garantizan -en un Estado de Derecho como el nuestro- los derechos y libertades de todos, incluso los de  quienes lo cuestionan e intentan subvertirlo violentamente. Incluso puede decirse que estos son los más beneficiados, pues la respuesta del sistema legal es siempre mucho más proporcionada y moderada (y respetuosa con los derechos fundamentales) que la venganza privada y la defensa propia colectiva.

Artículo original publicado en el blog de Expansión “Y de leyes, ¿que?”

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